Comienzo a escribir esta pequeña autobiografía el 21 de Septiembre de 2015, con menos pelo, la barba blanquecina, varios logros y otros tantos desengaños.
1978
En mi pueblo había dos artistas amigos de la familia, el pintor Celedonio Guijorro y el escultor Julián Soto, en cuyo taller acabaría entrando años después como ayudante. Eran mucho mayores que yo, pero a mí no me importaba, solo quería escuchar sus conversaciones y las historias que contaban. Recuerdo que por aquel entonces fundaron un grupo de artistas con Raúl Chávarri como cabeza pensante y aglutinador de todos ellos; se llamaba “Tolerancia” y, claro, con ese nombre no podía durar mucho, se disolvió pocos años después. Yo les ayudaba a colgar las exposiciones. Recuerdo el primer ARCO en el palacio de Cristal de la Casa de Campo; fue increíble, tenía un pase y entraba por la zona de los profesionales, ¡me sentía uno más de ellos! Recuerdo a algunos artistas más del grupo: Arnáez, que era matemático y muy simpático; Arjona, que era un poco admirado por todos, y Piquer, de quien acabaría siendo compañero en mis estudios de Bellas Artes.
1980
Abro mi propio taller en un granero que me cedieron mis padres; era una vieja construcción, parecía que el suelo se iba a hundir en cualquier momento, pero yo pesaba poco y como decían en mi casa, si no se había hundido ya, no lo iba a hacer conmigo dentro. Tenía un nido de golondrinas que volvían todos los veranos. Allí pasaba todo el tiempo que podía, incluso me visitaron alguna vez los dos artistas del pueblo. Dibujaba, pintaba, modelaba, practicaba en todas las disciplinas. Profundicé en el campo de la cerámica y fue así como me ocurrió algo muy importante: necesitaba un horno para cocer el barro y yo no tenía dinero, por lo que no me quedó más remedio que pedírselo a mi padre don Antonio de Llanos, agricultor y propietario de un pequeño negocio familiar, que a mí me parecía muy grande y próspero en aquel momento. Por supuesto, no me prestó el dinero. Recuerdo que necesitaba 100.000 pesetas, 600 euros de ahora y alguien me comentó que el Ayuntamiento estaba prestando dinero para nuevos proyectos. Me presenté en la casa consistorial y tuve la suerte de que estaba el alcalde José Luis Vállegas, un gran tipo. Allí nos conocíamos todos y al verme me preguntó qué se me ofrecía, le conté la historia del horno y lo solucionó rápidamente: me daba el dinero y a cambio debía realizar una obra para el Ayuntamiento. ¡Qué felicidad! Salí de allí con el dinero para el horno y un encargo; gracias José Luis, donde estés. A mi padre le sentó como un tiro, y pensándolo ahora fríamente, creo que el destino fue propicio para que comenzaran a cumplirse mis deseos como artista.
1981
Terminaba mis estudios de bachillerato con buenas notas y debía decidir qué estudiar a continuación. Yo era feliz con mi situación, tenía todo lo que deseaba, incluso empezaba a ganar algún dinero con la cerámica y las esculturas de barro cocido; me armé de valor y le comuniqué a mi padre mi decisión de no seguir estudiando, le dije que tenía todo lo que deseaba y quería pasar en mi taller todas las horas del día, todos los días de la semana y todas las semanas de mi vida; su respuesta fue clara: “Si no sigues estudiando, te vienes a trabajar conmigo a jornada completa y el resto del tiempo lo puedes dedicar a tus cosas”. Yo sabía lo que era trabajar con él; por la mañana temprano hasta la hora de comer, y luego por la tarde casi hasta la hora de cenar. Solo tendría para mí el sábado por la tarde y los domingos, ¡menudo futuro! No sabía qué hacer; entonces decidí consultarlo con mis amigos artistas y ellos me dieron la solución. Debía estudiar Bellas Artes; aunque yo no lo sabía, era una carrera universitaria, y de este modo cumplía el deseo de mi padre y yo seguiría aprendiendo con otros maestros. ¡Decidido!
1982
Me matriculo en la facultad de Bellas Artes y empiezo una nueva etapa de mi vida. Sigo viviendo en San Martin de la Vega con mis padres y mis cinco hermanos, donde nací el 17 de Febrero de 1964; mi madre, Isidora Ordoñez, manchega de pro, no se acuerda de la hora: “tuve demasiados hijos para reparar en algo así”. Hay que levantarse muy temprano todos los días para coger el autobús de las 7:15 de la mañana y llegar a las 9 a la facultad. Mucho frio en invierno, pero yo estaba orgulloso de formar parte de esa marabunta de personas que se mueven tan temprano para cumplir con sus quehaceres. Me veía diferente, mi cometido era el “más noble” de todos los que a esas horas tomábamos el metro en la estación de Legazpi.
Empieza el curso y rápidamente se forman grupos de amigos; yo pertenecí al grupo de los sarcásticos: Luis, Jorge, Santiago y Antonio. Aprendemos mucho y sobre todo hablamos; hablamos de pintura, de los grandes artistas del momento, del futuro y… de chicas.
Va pasando el tiempo y se empieza a percibir la personalidad y las aptitudes de cada uno. Yo dominaba el barro y no se me daba mal el dibujo, otros el color, otros el diseño, y así, poco a poco, nos fuimos definiendo cada uno de nosotros.
1983
Estamos en segundo curso, y sentíamos que pertenecíamos más a ese lugar de pasillos tan amplios y cuadros tan grandes colgando de las paredes. Ya no éramos los más jóvenes, había otros más novatos que nosotros. Hago mas amigos: Gustavo, Salce, Richi, M. Ángeles y otros.
A mediados de curso, surge la posibilidad de participar en una exposición con motivo de la inauguración de la editorial ARNAO, que se iba a celebrar en la galería de arte Aldaba; era una oportunidad que no podíamos dejar pasar. Se organizó una muestra colectiva con obras de varios de nosotros. ¡Qué ilusión! Por supuesto no se vendió nada, pero lo importante era estrenarse en eso de las exposiciones, hablar con otras personas interesadas en la pintura y demostrar que éramos los artistas del futuro.
1984
Entro como ayudante en el taller de escultura de Julián Soto. Es un verdadero taller profesional, donde se realizan todo tipo de trabajos: Imaginería religiosa, escudos heráldicos en piedra y figuras en bronce. Aprendo muchísimo aunque solo puedo trabajar a tiempo completo en verano, el resto del año debo compartirlo con la facultad.
Este año expongo en una colectiva en la galería de arte Torres Vegué, (ya desaparecida). Tampoco vendo nada, pero puedo mostrar algunas obras más al público; lo importante era seguir formándonos en todos los sentidos. En verano, la asociación Paz y Cooperación organiza una muestra de arte al aire libre, en los jardines de Cecilio Rodríguez del madrileño parque del Retiro. Es la primera exposición que puedo considerar individual; muestro una decena de obras entre tallas en piedra y algunas terracotas. Hubo proyecciones, conferencias y a los artistas plásticos nos editaron un cartel personalizado con imágenes de las obras. Tuvo algo de repercusión en los medios. Estuvo muy bien.
1985
Estoy en el tercero de los cinco años que constituyen los estudios de arte. Es el momento de decidir la especialidad en la que trabajaremos hasta el final de los estudios. Ahora empieza la libertad, pues hasta ese momento la mayor parte de las enseñanzas se basaban en el estudio de los clásicos. A partir de ahora, la temática y la técnica serían más libres, y se valoraría la personalidad de cada uno de nosotros en los distintos trabajos, facilitando la aparición de lo que en el futuro llamaremos estilo. Este es un momento importante, pues empiezas a crear tu propio lenguaje, y poco a poco te vas alejando de los maestros. A partir de ahora, se te ve de otra manera, se te estudia y eres cada vez menos aprendiz y más profesional. Hay que empezar a demostrar cómo aplicas lo aprendido a tus propios trabajos. Es un momento muy serio a la vez que excitante.
Ese año seleccionan una obra mía en el concurso para alumnos del último ciclo, ¡todo un logro!, pues nos medíamos con los de cuarto y quinto. Empiezas a hablar con los mayores, les ves en la cantina, ya eres uno de ellos, esos a los que al empezar, años atrás, no te atrevías ni a pedirles la hora. Cada vez vamos a más exposiciones y conocemos a más gente del mundo del arte.
Julián Soto y yo somos más amigos y nos presentamos juntos al concurso nacional de arte de Valdepeñas; no ganamos ningún premio pero nos seleccionan a los dos como finalistas. Ya tengo la seguridad necesaria para presentarme a concursos, y aunque de momento no gano ninguno, me seleccionan en todos. Mis obras empiezan a aparecer en los catálogos. Gracias a esto consigo una exposición individual e itinerante que patrocinaba Caja Postal; no hay dinero para el artista, pero sí para editar un catálogo, ¡mi primer catálogo!
1986
Este es un año importante, solo me queda un curso para terminar los estudios y gano el primer premio en el concurso de escultura de Arganda del Rey, con un busto femenino a tamaño natural tallado en madera, claramente expresionista. Consigo una placa de bronce y un cheque por más dinero del que había tenido nunca. Como era mi primera cantidad importante se lo di a mis padres, tanto como agradecimiento, como para demostrarles que esta era una profesión seria, de la que se podía vivir. Me presento con Julián a la primera bienal de escultura de Murcia. Era algo serio, mucho nivel. A mí me seleccionan finalista y a Julián le compran una obra. Aún recuerdo la alegría en el viaje de vuelta.
1987 - 88
Por fin termino los estudios. Francisco Toledo, mi maestro de modelado, me propone seguir dos años más, hacer el doctorado y quedarme en la universidad como profesor. Lo pienso cinco minutos, le doy las gracias y le digo que quiero, por fin, ser dueño de todo mi tiempo. En el taller de Julián teníamos siempre algún encargo y con el dinero de los premios, estaba seguro de poder salir adelante sin necesidad de dar clases. Como veremos más adelante, llegará el momento en que tenga que recurrir a la enseñanza para ganarme la vida.
En ese año expuse en el Ateneo de Madrid. Editan un pequeño catálogo y vendo una pieza. También tuve un importante encargo por mediación del ministerio de asuntos exteriores. Un día me presenté en dicho ministerio para preguntar por alguna beca para viajar al extranjero en verano, y salí con un encargo que me haría “rico” un año entero, recuerdo que hasta me compré un coche de segunda mano.
En la facultad, me despido definitivamente de profesores, bedeles, camareros, amigos, y me lanzo al mundo. Pero aún no estaba libre de responsabilidades, tenía pendiente el servicio militar que por aquel entonces era obligatorio. Ahora comenzaría una aventura que nada tenía que ver conmigo, pero que estaba obligado a cumplir.
Después de alegar todo lo imaginable para evitar mi incorporación al ejército español, como taquicardias, asmas y alergias, me incorporo a mi cuartel en la Base Aérea de Getafe, Cuerpo de Conductores del Ejército del Aire. Los tres primeros meses los paso aprendiendo a desfilar y jugando al mus en la cantina; a continuación tienen que darme un destino; me preguntan qué sé hacer y les digo que no sirvo para nada; con esta respuesta, el hecho de ser uno de los soldados más viejos del cuartel y tener cuatro o cinco libros en la taquilla, deciden destinarme a la biblioteca.
1989
Por fin acabó mi deuda con la patria y una vez mas tengo que despedirme de un montón de amigos. Vuelvo a casa con mi familia y después de pasar un mes sabático, regreso otra vez a la vida real. Había pasado el año mas extraño de mi vida, fue como un largo sueño, tan largo que hubo momentos en los que parecía que no iba a acabar nunca. Yo había vivido siempre en la casa familiar y noté de algún modo que ese ya no era mi sitio. Hablé con ellos y les informé de que había decidido marcharme a vivir a Madrid. Hablé también con Julián, le comuniqué mi partida y que ya no podría trabajar en su taller. De pronto quería cortar con todo lo que me ataba al pueblo, pero la decisión no era fácil, ¿de qué viviría, sin los encargos del taller de Julián?, además había perdido la mayoría de los contactos. Es ahora cuando tengo que recurrir a la enseñanza.
En aquella época no teníamos los problemas laborales de hoy en día, y no era difícil conseguir una plaza de profesor de dibujo en la enseñanza privada. Busqué en la sección de ofertas de trabajo que tienen los periódicos, (no sé si aún existen), al poco tiempo apareció una oferta, concerté una cita por teléfono, nos reunimos y me dieron el trabajo. El colegio estaba bien. Lo siguiente era encontrar un piso para alquilar, si era posible cerca; también lo conseguí rápidamente. Era muy pequeño pero solo costaba 35.000 pesetas al mes; mi sueldo rondaba las 80.000, además pensaba recuperar rápidamente los trabajos de cerámica, las piezas pequeñas siempre se habían vendido bien. Todo perfecto.
Me instalé en mi nueva casa del paseo de Extremadura; muy contento de mi vuelta a los madriles; volví a contactar con algunos amigos y empecé a visitar aquellas galerías en las que había expuesto anteriormente.
1990
En el colegio me siento muy bien, hay un gran ambiente en la sala de profesores; en cambio en el piso no estaba muy cómodo, no tenía espacio para pintar, y menos aún para trabajar el barro, pero de pronto el destino me echó un cable. Un sábado, mientras jugaba al futbolín con unos amigos en un bar del centro, se nos acercaron dos tipos a los que no conocíamos de nada y nos retaron a una partida, bebimos unas cervezas con ellos y empezamos a hablar. Resultó que también eran pintores, habían acabado Bellas Artes unos años antes que nosotros y estaban puestísimos en el tema de los circuitos del arte. El azar siguió propicio y quiso que además vivieran en mi barrio. José de León y Nacho Ordás eran vecinos míos y no les había visto nunca, intercambiamos los teléfonos y quedamos en llamarnos.
Les invité a un vino en mi minipiso, vinieron y quedaron horrorizados porque apenas tenía espacio para trabajar. Fuimos al suyo que estaba muy cerca y entendí su reacción en mi casa; ellos vivían y trabajaban en un edificio industrial que habían alquilado entre varios artistas. Tenían un ambiente increíble y me prometieron que cuando quedase uno libre me avisarían inmediatamente.
Los fines de semana me iba a San Martin y trabajaba en mi viejo taller. Ese año me presenté a varios concursos: Valdepeñas y “Adaja” en Ávila, no me premian pero sí me seleccionan, por lo que catalogan las obras y además conozco a nuevos artistas de otras ciudades.
A los pocos meses me llaman del edificio de artistas. Ha quedado un estudio libre, voy rápidamente, lo veo y me lo quedo sin dudarlo un instante; con esa decisión comienza el periodo mas intenso de mi vida artística hasta ese momento.
1991 - 92
Ya estoy instalado en el nuevo estudio-vivienda. El edificio consta de tres plantas, (dos estudios en cada una) un ático y un sótano. Aquí viven y trabajan pintores, escultores, fotógrafos, escritores y músicos, una locura; es un verdadero espacio de auténtica creación, que han conseguido de manera privada, cada uno de los que aquí se encuentran; ahora soy uno de ellos.
Alquilo uno de los estudios pequeños, (con los años, tomaría uno de los grandes), y empiezo a conocer al resto de compañeros: En el ático, el fotógrafo Carlos Bandrés, en el tercero Manolo Quejido y Javier (nadie sabe muy bien a qué se dedica). En el segundo un estudio grande compartido por Alfredo, Mario e Ikella, y yo en el pequeño. En el primero José de León y Nacho Ordás. El bajo es un almacén y en el sótano (que está insonorizado), ensaya un grupo de música: “La banda sin nombre”. Al poco tiempo, decidimos alquilar entre todos el almacén de la planta baja y convertirlo en sala de exposiciones, lo llamaríamos “El Almazén de la Nave”.
Después de un par de años algo caóticos, todo volvió a la normalidad. El colegio estaba a 5 minutos del estudio; por la mañana daba clase, comía con el resto de profesores y después al taller, donde trabajaba toda la tarde. Los fines de semana solíamos reunirnos; comíamos, bebíamos y hablábamos de los proyectos a desarrollar en la nueva sala que habíamos creado. La inauguramos con una colectiva compuesta por obras de cada uno de nosotros.
Consigo que me incluya una vez más Caja Postal, en una de sus exposiciones itinerantes; esta vez muestro mis piezas en las salas de Toledo y Badajoz y al igual que en la ocasión anterior, hay presupuesto para editar un sencillo pero muy deseado catálogo. Poco a poco sigo catalogando obra. En este mismo periodo me seleccionan para una exposición colectiva de artistas madrileños en la universidad de las Américas (México); y a finales de año expongo una individual en “El Almazén de la Nave”.
1993
El ambiente de la nave es increíble. Somos muy jóvenes, tenemos mucha fuerza y muchas ganas de hacer cosas. Personalmente entro en una etapa algo mística; leo a San Juan de la Cruz, descubro a Castaneda y me quedo pillado con Rimbaud. Una mezcla explosiva.
Algunos vivíamos en el propio edificio, y a menudo la actividad se prolongaba hasta la noche. Se podía escuchar el trabajo en uno u otro estudio hasta altas horas.
Los fines de semana solíamos salir en grupo a los bares donde nos encontrábamos con otros artistas, sobre todo actores. En “El círculo” veíamos las veladas de boxeo en televisión a las tantas de la madrugada. En “La venencia” veíamos a muchos aficionados a los toros, y yo empecé a leer las crónicas de Joaquín Vidal en el periódico El País.
Esta es una época políticamente desastrosa en Europa. Tras la disolución de la antigua Yugoslavia, se produce el conflicto armado que conoceremos como la guerra de Bosnia; llegan imágenes terribles y vergonzosas para los tiempos que corren; en La Nave decidimos que los artistas no podemos quedarnos con los brazos cruzados; organizamos una exposición, “Cultura-Crisis-Cultura”, que presentaríamos en el Circulo de Bellas Artes. Hicimos todo el ruido que pudimos y nuestra conciencia quedó mas tranquila. Después de este alarde de “compromiso social”, participo en un proyecto en la galería de arte Ginco, con Mitsuo Miura como aglutinador de energías.
Cada vez se presentaban propuestas más interesantes y mis trabajos son cada vez más serios, más profesionales y a pesar de que en Madrid se estaban abriendo nuevas galerías de arte, yo seguía sin presentarme a ninguna. El hecho de ser autosuficiente económicamente, gracias a las clases en el colegio, me permitía no apresurarme en esta decisión.
1994 - 95
La crisis del 92 empieza a superarse. Nosotros seguimos trabajando y nos vamos dando a conocer poco a poco. Los gobiernos autonómicos, recientemente creados, compiten por ver quién es más activo culturalmente, y empiezan a proliferar los centros culturales, lo que para los jóvenes artistas supuso nuevas oportunidades para mostrar nuestros trabajos.
El crítico de arte Marín-Medina me selecciona para participar en la exposición “Este y Complutense”, dedicada a los artistas del Este de la comunidad de Madrid, a la que yo pertenezco. Primero recibo una llamada telefónica y poco después una visita a mi estudio de La Nave. Creo que la primera impresión que le di no fue muy buena, (nunca he tenido lo que se dice “pinta de artista”), pero me seleccionan.
Editaron el mejor catálogo del que yo había formado parte hasta ese momento, (se notaba el apoyo oficial), y conjuntaron un grupo de obras muy interesantes. La muestra viajaría por varias ciudades, pero yo solo asistí a la de Alcalá de Henares. Eligieron una iglesia, y mi obra cargada de misticismo brilló allí más que nunca. Aún tengo relación con algunos de los componentes de aquella muestra: Jorge Varas, Pepe Murciego, Joaquín Millán y otros.
Alguien de la galería de arte Detursa se interesó por mi y me propusieron participar en una colectiva a la que llamaron “Los idus de Marzo”. “ El Julio Cesar de Mankiewicz era una de mis películas favoritas y parecía que, al contrario que a Cesar, a mí me traía buenos augurios, pues además de conocer a nuevos coleccionistas, se vendieron varias piezas.
Continué presentándome a algún que otro concurso. Me concedieron una Mención en el Colegio de Ingenieros de Caminos de Madrid y también me seleccionaron en la V mostra Fenosa en la Coruña. Aquí nos desplazamos varios amigos también seleccionados y lo pasamos muy bien.
1996 - 97
Esta es otra de esas fechas cruciales. En una de las visitas que los coleccionistas harían a los estudios de la nave, pasó por allí María de Juan, hija de marchante y hermana de pintores. Ese día pasó a mi estudio y le interesaron unas pequeñas figuras que estaba tallando en madera en ese momento. Me dio una tarjeta y me dijo que me presentara a su hermano Alberto, que estaba regentando una pequeña galería en la calle Galileo. Pasaron unos días y llamé por teléfono para concertar una cita, y quedamos. Yo entonces tenía un coche grande para mover la obra y los materiales que necesitaba. Seleccioné tres pequeñas tallas y fui para la galería, ahí conocí a Alberto de Juan que a la postre sería mi primer marchante de arte. Me recibió con el recelo con que un marchante recibe a un artista del que no conoce ni la persona ni la obra. A mí me sorprendió su juventud. Vio las tallas, hablamos unos minutos, la secretaria hizo un recibo y me marché.
A partir de ese momento me invitaban a todas las inauguraciones, conocí a los artistas de la galería: Ouka Lele, Javier de Juan, Velver, José de León, Carlos Vidal y otros. La verdad es que yo iba un poco avergonzado porque todos eran mayores que yo y tenían una trayectoria mucho más consolidada que la mía, pero bueno, yo tragaba saliva e intentaba hacer mi papel de artista nuevo lo mejor que podía. Así pasó el tiempo sin que nadie se interesara por mi obra, hasta que un día recibí una llamada de Alberto, acababa de vender las tres piezas a un mismo coleccionista, un italiano de Milán llamado Castiglionni, ¡qué alegría!. Ya pertenecía a una galería de arte, que aunque humilde en aquellos tiempos, llegaría a ser una de las más interesantes del panorama español, Max Estrella; me gusta presumir de haber crecido juntos. Al año siguiente, en 1997, organizamos mi primera exposición, “ Arqueologías de humanidad”. Tenía mucha obra y mostramos piezas en todos los formatos. Las grandes no se vendieron, pero sí algunas de las pequeñas, y ¡sorpresa! al final de la exposición, el coleccionista italiano compró una de las grandes y además de mis favoritas, “Asesino nocturno”, una talla muy extraña en madera de naranjo. Con esta venta se cerraba la exposición con buenos números. Esto me animó mucho, tanto que decidí dejar la enseñanza y dedicarme por fin a mi taller a tiempo completo. En casa de mis padres la noticia no sentó nada bien (la preocupación normal de los padres), pero estaba decidido; tomé además otra decisión importante, dejaba el estudio en La Nave y me trasladaba a otro más grande. Aunque estaba en el mismo barrio empecé a distanciarme del grupo de artistas con el que tanto había aprendido y disfrutado. Realmente fue un alejamiento natural que propicia la madurez y la necesidad de volar solo. A la postre le ocurrió un poco a todo el mundo en La Nave; después otros artistas cambiaron de estudio y aunque rápidamente se ocupaban los espacios libres por otros pintores, nunca volvió a ser lo que fue, hasta que "la asociación El almazén de la nave” se disolvió definitivamente en 1998.
¡Me sentía pleno!, ya trabajaba para una galería de arte verdaderamente profesional.
Ese año, el músico Justo Vagüestes me propone acompañarle con algunas de mis obras en un concierto que iba a dar en la SGAE, lo llamamos “Escultura y música alternativa”. Estuvo bien, y así empezamos una serie de colaboraciones.
También en 1997 se produjo mi primera aparición en Arco y no fue con Max Estrella sino con EEGEE3, una galería y taller de estampación dirigida por José Félix Álvarez. Esta procedía de la escisión de un estudio de grabado que mantenían un grupo de artistas: José Alexanco, Martin Chirino, Campano, el propio José Félix, y algún artista mas. Recuerdo mi primer Arco como algo muy excitante. Conocía la muestra ayudando a colgar las obras de otros pero nunca las mías. No vendí nada, pero hice muchos contactos; pude invitar a mis padres con las entradas que como expositor me correspondían, eso me llenó de orgullo, y además invité a algunos coleccionistas que habían apostado por mí y gracias a los cuales yo estaba disfrutando de mi primer Arco. Ese mismo año, en la galería EEGEE3 editamos “Humo”, una carpeta de grabados que a más de uno nos sacaría de algún apuro económico. Eran muy baratos y se vendieron bien.
1998 - 99
Produzco más que nunca hasta ese momento, animado por mi nueva situación y consciente de que cuando entras en el mundo del arte a nivel profesional debes tener la mayor cantidad de obra disponible, pues además de que pueden coincidir varias muestras en el mismo año, te das cuenta de que a los coleccionistas les gusta ver variedad de obras antes de decidirse a comprar. Esto supone un esfuerzo extra para mí, ya que no soy, en general, muy productivo, en parte debido a que mis trabajos requieren un proceso muy lento y a que me gusta ralentizar el final de cada pieza para disfrutar así lo más posible de la última fase.
Max Estrella está creciendo mucho y Alberto se lía la manta a la cabeza y compra un local en la mejor zona de galerías de arte, la que será su sede hasta hoy. Aun recuerdo la fiesta en el local recién comprado, todavía en ruinas y con un par de bombillas colgando de unos cables. Muchos pintores, críticos y amigos de la galería. La ilusión por crecer era mutua. Empezamos a ir a ferias fuera de nuestras fronteras, y ese año muestra algunas de mis obras en el Kunst Zurich y en Expoarte Guadalajara, (México). Gracias a esta promoción se empiezan a interesar por mi trabajo otras galerías.
En 1999, expongo una individual en la galería Armaga de León, ¡un éxito!, lo vendo prácticamente todo. A la inauguración me acompañan una docena de amigos entre artistas y aficionados al arte. Al día siguiente nos lanzamos a la calle, antes de almorzar, para comprar todos los periódicos de la ciudad. Hablan de la exposición en dos de ellos, el Diario de León y el Crónica. ¡El no va más!, sentimos que empezábamos a ser alguien en el difícil mundo del arte.
2000 - 01
Me sentía muy bien, no deseaba nada, solo seguir trabajando. Tengo mucha confianza, y me van las cosas tan bien que decido hipotecarme y comprar mi propio taller. Estamos en ese momento en el que los bancos no pedían demasiados requisitos, además yo tenía algún dinero ahorrado y no necesitaba pedir demasiado, 60.000 euros. Me los dan y compro un local destrozado pero muy luminoso en Marqués de Vadillo. Le dedico prácticamente medio año de trabajos de albañilería con una pequeña cuadrilla de albañiles de mi pueblo. Ese año vivo en San Martin en casa de mi hermana, ella estaba en Madrid con los niños. Todos los días muy temprano hacemos el viaje a Madrid y volvemos al final del día al pueblo. Lo pasé muy bien, comíamos en la obra y trabajábamos, trabajábamos mucho.
Organizamos el trabajo para terminar el baño y un dormitorio rápidamente y así poder quedarme a dormir en la obra. A partir del tercer mes ya no volvía a San Martín; ellos se marchaban y yo me quedaba imaginando el estudio ya acabado y pintando en él. Estaba en un periodo en el que mi obra estaba evolucionando. Poco a poco desaparecía la figura humana y dejaba todo el protagonismo a los espacios; extraños interiores que darían lugar a una nueva etapa que dura hasta hoy.
Por fin termino mi taller, hacemos una fiesta de inauguración y vuelvo al trabajo muy ilusionado con mi nuevo espacio.
Ese año me seleccionan en Generación 2000, que era “lo más” en promoción de jóvenes artistas, tanto en el apartado de pintura como de escultura. Me seleccionan en las dos categorías, y mis obras viajan por toda España; editan un catalogo impresionante y a mí se me va conociendo cada vez más. Ese mismo año expongo mi primera individual en la nueva sede de Max Estrella. Se vendieron algunas piezas y la crítica me trató bien. Recuerdo que en una de ellas, (creo la de F. Carpio), había un halo de misterio en cuanto a mi persona, porque mis trabajos se iban conociendo, pero poca gente me conocía personalmente y en general “no me ponían cara”.
En 2001 expongo por primera vez en Barcelona, en una pequeña galería de arte, con un grupo de buenos coleccionistas, Bach 4. Se vendieron bastantes piezas. Paso unos días en la ciudad condal con los amigos que me acompañaron en este viaje y regresamos a Madrid.
Retomo el trabajo y me aíslo un poco después de tanto movimiento. Tras unas semanas desaparecido, me paso por la galería y Alberto, que está siempre en todo, me pasa las bases de uno de los concursos más importantes: el ABC antiguo “Blanco y Negro”. Recojo el testigo, leo las bases y veo que quedan solo dos días para la entrega de obras. El último día selecciono una obra que cumplía con los requisitos, alquilo una furgoneta en el barrio y presento la pieza en el último minuto del último día.
El amigo Pepe Murciego me propone participar en una muestra benéfica para Médicos sin Fronteras, por supuesto acepto y me llevo la sorpresa de que también lo hacen músicos tan grandes como José Mercé y Enrique Morente. El flamenco siempre me había interesado, pero a partir de conocerles me aficiono verdaderamente y conozco a otros grandes como Agujetas, Chorrohumo, los Habichuela, el Pescao, Riqueni… y empiezo a frecuentar locales de flamenco en directo; un ambiente nuevo para mí.
Una mañana, de pronto, me comunican que ¡he ganado el premio ABC de pintura!. A partir de ahí todo felicitaciones, abrazos, entrevistas, ¡una locura!, además coincidió todo con Arco, y por supuesto en el stand de Max Estrella se mostraron varias piezas mías. Estuve como flotando un par de semanas, hasta que acabó la fiesta y todo volvió a la normalidad.
2002 - 03
No podía empezar mejor el año. Se vendieron varias piezas grandes; Mi trabajo era reconocido por muchos profesionales y estuve presente durante largo tiempo en la sección de cultura de todos los periódicos. Conocí a nuevos coleccionistas y entablé amistad con nuevos artistas y críticos de arte. Recuerdo un viaje a Salamanca con Fernando Castro y los pintores José de León y Antón Lamazares. Acompañábamos al reciente campeón del mundo de boxeo Javier Castillejo, que asistía como invitado a una conferencia sobre boxeo.
En febrero llegó Arco y mostré un par de obras en el stand de Max Estrella. Ya pertenecía al grupo selecto de los artistas que muestran en Arco periódicamente. Tenía mi pase profesional con el que podía invitar a los amigos y hablar con unos y con otros en la cafetería. Recordaba cuando ayudaba a montar los stands de otros amigos años atrás, y soñaba con exponer mi propia obra algún día.
En 2003 expongo por tercera vez en Max Estrella: “Laberintos”. Hablo con Alberto y le convenzo de que hay que editar un catalogo; en esa época apenas se editaban ya catálogos, pero yo sentía que esta vez había que editar uno, mi obra estaba evolucionando una vez mas, y tenía demasiada obra sin catalogar. Se vendieron varias piezas y en prensa aparecieron buenas críticas sobre la exposición. El crítico de arte, Marín Medina me pone por las nubes.
Se desmonta la exposición y Alberto sigue vendiendo alguna que otra pieza a lo largo del año. ¡Todo perfecto!
A finales de año vuelvo a exponer en Barcelona, y como la vez anterior se vende bastante. La galería Bach 4 era muy pequeña pero aprovechamos el tirón que yo tenía en ese momento, y colgamos mucha obra. Allí conocí al director de cine Vigas Luna, que era amigo de la galería. También conocí al artista conceptual Carlos Pazos.
Tras la inauguración, unos cavas, cena con los galeristas y una larga sobremesa hablando de pintura.
Para terminar este periplo en Barcelona, muestran una importante obra mía, “Interior hacia fuera” en el espacio institucional Fira en Art- Expo 2003. Esta obra pertenece a la colección Ernesto Ventós, y digo que es importante porque de ella surgió toda una serie que además tomaría su nombre y que tan buena aceptación tuvo en los años siguientes.
2004 - 07
Me fue tan bien en Barcelona que decido trasladar allí mi taller por un año. Le alquilé parte de su estudio a Jordi Colomer que estaba viajando.
Por entonces se estaba construyendo su estudio en aquella ciudad el pintor Ramón Roch. Con él y otros amigos salíamos los fines de semana, y como en Madrid, formamos un grupo y nos acompañábamos en los eventos que surgían a cada uno de nosotros.
Trabajé mucho y realice algunas piezas muy coloristas, extraño en mí. Me visitaba de vez en cuando algún coleccionista y recuerdo con especial cariño a Ernesto Ventós, que aunque como él decía “no compro más de una obra por artista” siempre se interesaba por nosotros. Me mostró su gran colección y cenamos varias veces. Recuerdo también las invitaciones de Joan Casall a los partidos del espanyol.
Todo me iba muy bien en Barcelona, hasta que recibí una llamada de mi hermana en la que me comunicaba que nuestro padre estaba muy enfermo, tanto que si no volvía pronto a Madrid, no me aseguraba poder verle con vida una vez mas. Yo estaba trabajando en dos piezas que nunca acabaría. Al día siguiente comencé a embalar toda la obra. Andreu, un vecino y amigo de allí, se encargaría de gestionar la carga al camión que transportaría todo a mi estudio madrileño. Recogí toda mi ropa, eché un último vistazo al estudio, me despedí de los amigos y de todas mis expectativas en Barcelona y salí hacia Madrid.
Me uní al grupo de hermanos que estaba haciendo guardias nocturnas en el hospital. Intercalábamos las noches de hospital con las noches en casa, que es donde descansábamos un poco. Dejé de pintar por completo y el día que pasaba en casa, lo dedicaba a dormir y a beber más de la cuenta; el recurso mas fácil. Mi padre murió en su casa en febrero de 2005.
Estuve casi un año sin pintar y tenía que recuperar la normalidad como fuera; de pronto, Alberto me propone exponer como cierre de la temporada; a mí no me parece buena fecha, pero consigo que la mantenga para abrir en Septiembre. Acepta y yo ya tengo el empujón que necesitaba para retomar el trabajo.
Antes hablé de la serie “Interior hacia fuera”, que surgió de una pieza con el mismo nombre; fue en este periodo cuando desarrollé la serie, que a la postre protagonizaría la exposición de 2005 en Max Estrella. En estas piezas surgían unas sombras que engañaban al ojo de una manera sutil. El espectador no entendía lo que estaba viendo hasta que se aproximaba a la obra y se daba cuenta del juego de planos.
Me pareció interesantísimo y continué trabajando esta serie durante todo el año. Surgieron unas piezas en madera con un acabado rotundo, que me llevó a la pintura sintética. Aprendí a pintar con la pistola de aire a presión y tras unas cuantas pruebas, conseguí, además de una intoxicación, una de las series más rotundas hasta ese momento; unas piezas de una pureza y concreción difíciles de superar, tanto que algunos amigos apuntaron que parecía un final, la culminación de un artista. Yo me asusté un poco.
Titulamos la exposición “De luces y sombras”. Toda la muestra era lo que en el argot musical llaman “variaciones sobre un mismo tema”; una serie de piezas blancas en varios formatos, en las que, con el único recurso de la luz, se creaban unos espacios sorprendentes.
De las tres salas con que cuenta la galería, colgué obra en las dos primeras, y en la tercera falseé la perspectiva en una de las paredes, de manera que al entrar el espectador, se veía confundido por un extraño espacio. La muestra tuvo muy buena crítica, pero no se correspondió con las ventas. Todo el mundo me daba la enhorabuena, pero yo tenía una extraña sensación, y efectivamente algo estaba cambiando, empezaba a fraguarse el final de mi colaboración con Max Estrella.
A las pocas ventas se le unió el hecho de que Alberto no seleccionara ninguna de mis piezas para el Arco siguiente. Me sentí decepcionado y a partir de entonces empecé a perder interés por la galería.
Mi obra estaba evolucionando y cuando un artista está investigando, el tiempo se ralentiza; desapareces de la escena pública, surgen menos obras en el taller y se entra en un estado casi febril en el que uno no se siente tan seguro como en los momentos de producción plena. Es un estado precioso para el artista, porque el estudio se transforma en una especie de laboratorio en el que uno mismo se disuelve con el resto del entorno. Son momentos de necesaria soledad. Es como cuando siendo niño, de pronto, sin sentido alguno, enfermabas durante varios días, sufrías unas pesadillas terribles, y al recuperarte y levantar de la cama habías crecido cinco centímetros.
Poco a poco me fui distanciando de la galería, mis visitas se redujeron a las inauguraciones de los amigos, y esto junto al fichaje de nuevos artistas en los que primaba el alarde tecnológico, cuando yo tendía al minimalismo donde prima la austeridad en elementos y materiales, hicieron que definitivamente rompiera con Max Estrella.
Este periodo terminó con la participación en una muestra que organizó el Centro de Arte y Naturaleza, con obras de la colección de Joan Civit, que se llamó “La Vida privada”, y se mostró en varias ciudades españolas..
2008 - 10
Este es un periodo muy importante porque entro en lo que podemos llamar mi primera “crisis de artista”. Tras los problemas familiares, la ruptura con el que había sido mi marchante de referencia, y algunos hechos más que comentaré más adelante, entro en una espiral de duda y decepción; hasta el punto de valorar la posibilidad de marcharme por un tiempo de Madrid. Hablo con mi sobrina Helena, que llevaba tiempo pensando en continuar sus estudios en otro lugar, y acordamos aventurarnos a Estados Unidos. Ella hace todo el papeleo necesario y consigue una beca en la universidad de Filadelfia; por mi parte parece que la ciudad más interesante artísticamente es Nueva York, pero ya la había visitado años atrás, y me pareció demasiado complicada para abrirse camino en el mundo del arte; después de valorar los pros y los contras, me decido por Miami.
La primera impresión fue decepcionante. Es una ciudad con unos contrastes sociales muy marcados, las distancias son inmensas con un transporte público prácticamente inexistente y un clima tropical tremendo. Pero al llegar diciembre, la ciudad se transforma en una gran feria de arte con ART BASEL a la cabeza. Wynwood, el barrio de las galerías, abre sus puertas y el arte sale a las calles. Los grafiteros pintan las fachadas de los edificios industriales, las calles se llenan de gente que entra y sale de las galerías de arte, los restaurantes están llenos de día y de noche. Es una gran fiesta del arte, quedo impresionado y decido quedarme.
Yo tenía allí un contacto, el pintor Alonso Mateo. Es mi primer gran hallazgo, pintoresco, con un bigote daliniano y muy profesional; rápidamente congeniamos, además él no llevaba mucho tiempo allí y los dos tenemos los mismos objetivos. Me aloja en su casa, pequeña pero con un ambiente muy cálido, en la que vive con su pareja Noemí y su hijita. Gracias a ellos no me siento tan solo. Tenían coche, y me ayudan a buscar un sitio para mí. Encontramos una casa inmensa en el barrio más barato de Miami, Little Haití. Me encanta: los gallos andan sueltos por las calles y en el aire se respira el olor de la comida criolla, muy exótico, perfecto para vivir y trabajar, además está muy cerca de Wynwood. Pregunto por el dueño y resulta que es de un español, la alquilo por 800 dólares al mes, (unos 600 euros de entonces), además tenía una curiosidad, en una pequeña caseta en la parte de atrás vivía un ahitiano de unos 65 años, Lulu, que resultó ser uno de los jefes del barrio. Nos hicimos amigos y me ayudó a instalarme; buscó un par de chicas que me ayudaron a limpiar la casa, me indicó dónde podía encontrar los materiales que necesitaba para empezar a pintar y me mostró también algunos bares divertidos.
En una semana estaba perfectamente instalado, y llegó la hora de la verdad. Despliego sobre la mesa de trabajo una carpeta de dibujos y varios bocetos que traía de Madrid, para comenzar a pintar alguna obra ya estudiada y facilitar el arranque. Comencé con una pieza blanca de la serie “Interior hacia fuera”. Compré madera, pinturas y una pequeña moto; ¡estaba como en casa!, y por fin todo comenzó a fluir. Compré más material y empezaron a surgir nuevas piezas. No me impuse límites ni en el formato ni en la técnica, a pesar de saber que las obras tendrían que regresar a España conmigo en algún momento. Conseguí que me prestaran un compresor de aire y compré una pistola para lacar las piezas; construí también una cabina de pintura en una de las muchas habitaciones que tenía la casa.
2011
Tras los primeros trabajos, que procedían de bocetos ya elaborados, comenzaron a aparecer algunos elementos verdaderamente novedosos; de esta hornada son “Percha en fuga”, “Vestidor”, y “Espacio aire”. Las dudas y la apatía del pasado habían desaparecido por fin.
Salía de vez en cuando con Alonso Mateo, sobre todo los días de inauguración. Allí todas las galerías de arte inauguran el mismo día y es una fiesta para los pintores, los marchantes, los coleccionistas y los aficionados al arte en general.
Tenía que salir del país cada tres meses para cumplir con la legalidad. La primera salida coincide con la Navidad, y regreso a Madrid para pasarla con la familia. En la segunda salida decido ir a Méjico DF. puesto que no lo conocía. Allí estuve una semana y aproveché el viaje para llevarle a Alonso Mateo unos lienzos que había dejado en su etapa mejicana. Tres meses después decidí volver a Madrid para quedarme un tiempo. Alquilo un trastero, guardo todas las piezas, las herramientas y pinturas y regreso a casa, (lo necesitaba) y me quedé tres meses pintando en Madrid y visitando a amigos.
En el último periodo en Miami, decido presentarme a alguna galería de arte para mostrar lo pintado allí y, si era posible, vender alguna pieza para compensar los muchos gastos que hasta ese momento había tenido, de hecho, en esta aventura americana gasté todo el dinero que tenía. Movilicé un poco a los amigos y le interesó mi trabajo a la galería Calix Gustav. Me proponen exponer con ellos, pero solo me quedaba un mes de estancia, así que les propuse dejar toda la obra debidamente embalada en su almacén y que ellos se encargaran de la exposición. Aceptaron. Yo no estaría presente en la culminación de la aventura americana, pero ya había conseguido recuperar el placer por la pintura, que era la verdadera finalidad del viaje. Me despedí de los amigos, le dejé la moto al hijo de mi casero como pago del último mes de alquiler y regresé a mi estudio madrileño con las fuerzas completamente renovadas.
2011 - 14
Hogar dulce hogar. La sensación de volver a casa, a tu estudio, y ver que todo está en su sitio después de tanto ir y venir es algo muy agradable. Venía eufórico, con la sensación de haber renacido a la pintura y por tanto a la vida. Estuve un par de semanas visitando, contando historias a los amigos y familiares, y después, otra vez solo, me reencontré de verdad con el estudio.
De la aventura americana volví con aires nuevos en mis trabajos, noté que había dado un salto más en la evolución de mi obra, el tercero desde que comencé a trabajar a finales de la década de los ochenta.
La evolución en el trabajo es algo muy extraño que uno no sabe cuándo se va a producir, y si todo va bien, te lo hace saber la propia obra.
Celebraron la exposición en Miami. Me representaron mis amigos pintores. La galería realizó un gran reportaje fotográfico y pude hacerme una idea del evento; hubo música en directo y asistió mucho público, sentí no poder asistir. La galería tenía tres espacios inmensos, y dedicó uno a cada uno de los tres artistas que exponíamos en esta ocasión. La mayoría de las obras volvieron a Madrid tras mucho papeleo y una travesía de dos semanas en barco.
Dediqué un día entero a desembalar las piezas; lo hice despacio, disfrutando del reencuentro con cada una de ellas, y rememoré muchos pasajes del viaje, fue muy agradable. Repasé todo el trabajo que resultó del esfuerzo por reencontrarme con la pintura; tenía delante de mí, obra inédita en España suficiente para realizar una buena exposición, pero no tenía marchante ni en Madrid ni en Barcelona, pues dos años antes, en plena crisis personal, había cortado con todo el mundo en un acto quizás tan juvenil como reivindicativo. No pintaba y por tanto no me creía interesante para nadie.
El caso es que tenía el taller lleno de obra, pero sin marchante a quien mostrarla, y aunque seguro de mis nuevas piezas, sin la fuerza suficiente para presentarme aún en Madrid. A esta ciudad le debo la mayoría de las cosas importantes que me han ocurrido hasta ahora, y siento que no debo precipitarme a la hora de presentar mi nuevo trabajo. Encontrándome inmerso en estas dudas, me proponen asesorar a un grupo que tenía la intención de abrir una nueva galería de arte en Málaga; acepto un primer encuentro y tras la primera reunión queda claro que no me voy a implicar en el asunto, pero descubro una ciudad preciosa, con unos lugares perfectos para pescar y decido quedarme unos días para conocerla mejor. Visité los museos, las pocas galerías de arte con las que cuenta, salí a pescar y en la noche me dediqué a visitar los bares más pintorescos de la ciudad. Málaga es una mezcla de ciudad monumental y ciudad portuaria en decadencia; una ciudad golpeada por el paro en la que su mayor recurso es el turismo; una ciudad dura en todos los sentidos.
Estamos a mediados de 2013 y empieza la feria de San Isidro, un momento buenísimo para reencontrarme con algunos amigos. Voy algunas tardes a los toros y salgo un poco por la noche. Estoy muy contento porque ya siento claramente que estoy preparado para presentarme. Visito las exposiciones de algunos amigos; en el estudio me encuentro muy bien y me apetece mostrar algunas de las piezas nuevas en Madrid, pero sin mucho ruido, y una vez más el destino viene en mi ayuda. Una tarde acompaño a José Félix Álvarez, a una inauguración en la galería de arte Freijó, me presenta a la directora y nos caemos muy bien. Investiga un poco sobre mi trabajo y me propone participar en una colectiva, “Mitificando el plano”, con obras de Elena Asins, Juan Cuenca, Victor Vasarely y Palazuelo entre otros, un lujo. La exposición es de gran nivel, y estoy reapareciendo en la escena artística madrileña después de tanto tiempo sin dejarme ver.